Botella al mar
Eché una botella al mar con una
canción urgente dedicada a veinte piratas desesperados. Después me
senté en la arena a mirar como naufragaba meciéndose entre las olas
con rumbo desconocido. Acto seguido, me fui de allí arrastrando las
mil soledades que cargo en el alma a cuenta de todos los olvidos
posibles y los amores fallidos.
Un día de noviembre mientras arriaba
las velas de mis fracasos, se apareció Neptuno con sus tritones
cantando mis versos apócrifos, acompañado de un coro de impúdicas,
soberbias y desvergonzadas sirenas que me apuntaban el corazón con
el pezón de sus tetas.