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Crónicas 2





El ultimo tren

Cuando oí la canción “nadie me dijo nada”, que compuso Jaime Ros, un músico uruguayo acerca del último viaje que hiciera el único tren que había en Uruguay, me recordó un absurdo incidente que tuve con un funcionario policial en Montevideo. 
A eso de la media noche llegué a la estación en compañía de una chica israelí que había conocido tiempo atrás en buenos Aires, Tras informarnos y averiguar el horario de salida del tren que partía a la frontera con Brasil, decidimos esperar en la misma estación, ya que resultaba absurdo ir al hotel y volver en un espacio de tiempo tan reducido. Debo añadir que “Mazál” , (ese era el nombre de la muchacha) hablaba apenas una pizca de español y yo, prácticamente nada de ingles, así es que inventamos una especie de lenguaje cómplice con lo que ella entendía de español, lo poco que pude arrancar a mis recuerdos de mal estudiante de ingles y algo de señas , buena voluntad y muchos suspiros.
Yo me senté en una banca a leer mientras Mazál sacaba su bolsa de dormir y armaba campamento. Al poco rato apareció un policía y con voz grave nos indicó que en ese lugar no se podía dormir, yo le explique que descansábamos un rato esperando la salida del tren en algunas horas pero el “robocop” insistió en su descabellado llamado al orden. en eso Mazál despierta preguntando:¿Qué es lo que pasa? le explico lo que dice el policía a lo que ella reacciona con incredulidad aludiendo que en todas partes del mundo los pasajeros se acomodan esperando la hora de su viaje. Intento explicarle al policía lo que dice la indignada rubia, aunque lo que yo hacia mas que traducir era “interpretar” las versiones de los airados interlocutores. En un momento de absurda tozudez, el funcionario me amenaza: ¡si la chica no se levanta, te llevo preso a ti!, cuando le explico lo que decía el policía, Mazál estalló en un ataque de risa, el que por un momento me contagio por lo ridículo de la situación. El tipo en el fondo se habrá sentido avergonzado, a lo que agregó: si cuando vuelvo no se a levantado, los llevo presos a ambos!. Por su puesto(y afortunadamente) no regresó, en todo caso esperamos un rato y al ver que no regresaba, nos dormimos esperando “el ultimo tren”.








Gaviota

Hace algún tiempo, durante una estupenda velada a la orilla del mar, mientras la furia del cantábrico y el aire salado coronaban nuestra “profundísima” charla plena de poesía, alguien invocó al dios supremo de la trova, al cantautor por excelencia.
Pronto salieron a relucir las guitarras y entre el repertorio del “nunca bien ponderado” Silvio Rodriguez, surgió aquella preciosa canción “La gaviota”. Nada más adecuado para cantar al lado del mar mientras pisábamos la arena húmeda pero ¡hay!. Que efímeros son los amores de verano, incluso el amor a la poesía, puesto que al día siguiente cuando comenzaba a amanecer, entre una resaca de la hostia, me despertó el graznido de una de las antes mencionadas aves marítimas que tenia su nido en un tejado cercano a la ventana de mi alojamiento. No me avergüenza decirlo (aunque debiera) pero al abrir los ojos, con la habitación aun dando vueltas vi la figura de mi guitarra y les prometo que en ese momento la hubiera (o hubiese) cambiado por una escopeta para voltear de un tiro al impertinente plumífero y terminar mi convalecencia de una manera adecuada, digamos: ¡hasta el medio día!
Ya ven mis amigos, bien lo decía el poeta :¡es tan corto el amor!.





Vasos besos y "tortas"

Ciertamente la vida está hecha de cirscuntancias, alguno puede llegar a pensar que es complicada al igual que las relaciones humanas pero esto sucede solo si damos lugar a ello.
Esta historia tiene 3 protagonistas: una gran amiga, el bar y yo.
El bar ,ese viejo conocido que funciona como lugar de terapia en el que ejerces alternativamente de paciente y psicólogo.
Charlaba animadamente con una gran amiga, o mejor dicho, ella hablaba y yo escuchaba.

Me contaba su drama y yo atento asentía o acotaba algo de vez en cuando. Debo alegar en mi defensa que me interesaba profundamente lo que me contaba la chica, lo cierto es que por una fracción de segundo perdí el hilo de su historia y su charla se transformó en unos labios rojos como fresas, puedo asegurar que nunca tuve primeras, segundas ni terceras intenciones, el caso es que estampé un beso en esa boca espléndida. Lo que vino a continuación fue a mi modo de ver, lo mejor. esta amiga me propinó una bofetada tan espontanea como lo fuera mi beso. Tras un segundo de silencio y un par de sonrisas, continuamos nuestra charla sin reproches por ninguna de las partes gracias a la tremenda confianza que siempre tuvimos. yo salí del bar enteramente satisfecho con el beso y la bofetada como si fueran dos justas y equilibradas condecoraciones.

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