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sábado, 31 de diciembre de 2016

Doscientos años


¡Ah si viviera doscientos años! Me afeitaría la prisa
Me peinaría la risa y caminaría despacio
Me embarcaría al espacio y navegaría en tus ojos
Me vestiría de rojo en las bodas y funerales
Derrocharía la suerte de los que pierden jugando
Y me estrellaría en la muerte de los que viven amando
¡Ah si viviera doscientos años! Me comería las uñas
Me mudaría a la luna para ver la tierra nueva
Haría trampa en las pruebas y copiaría el examen
De los que saben vivir sin preocuparse de nada
Me haría un arca de cañas para llenarla de viento
Y una casa en la montaña para llenarla de tiempo
¡Ah si viviera doscientos años! Me empacharía de amores
Me fumaría las flores, me bebería los ríos
Me escaparía del frío y me cosería un abrigo
Me fugaría contigo al momento de conocerte
Me perdería en los días sin consecuencias ni daños
¡Ah si fuera posible vivir mis doscientos años!


martes, 6 de diciembre de 2016

En cuarto menguante



Un martes para morir
Un miércoles de ceniza
Los ojos de una caricia
Que aparca junto a mis versos

Un beso en cuarto creciente
La vida en cuarto menguante
La luna teje un brillante
Antes de la media noche

Un rato para cantar
Dos vinos y una cerveza
Tres dudas y una certeza
Antes de volver a casa

Un segundo que me abraza
Sin esperar al que viene
El tiempo que se detiene
Antes de seguir su rumbo

Un pedacito de cielo
Después de tantos infiernos
A las puertas del invierno
Me dejó un rayo de estrella

Una sonrisa oportuna
Dejó la diosa Selene
Para el diluvio que viene

Después de besar la luna

sábado, 3 de diciembre de 2016

Entre Carmelo y el Tigre



Cantamos querido amigo. Cantamos, saltamos y anduvimos por esos caminos del tiempo.
Entonces Montevideo quedaba tan cerca del corazón como Buenos Aires. Los sueños cruzaban de contrabando el rio de la plata entre Carmelo y el Tigre sin pasaporte.
Entonces el Uruguay era un mundo al oriente del mundo donde podía escaparme a vender el viento para gastarlo en amores que me duraran hasta el final del invierno, y me quedaba tiempo para enamorar a la “Luna” hasta el agotamiento en la playa de Salinas al final del verano.

¿Cuantas eternidades han pasado desde entonces hermano? Quien sabe, solo se que mi verbo te invoca en este minuto para la santificación del abrazo y la amistad profunda y eterna que tuvo el privilegio de caminar a tu lado un trayecto de esta peregrinación obstinada a la que fui condenado.