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sábado, 3 de diciembre de 2016

Entre Carmelo y el Tigre



Cantamos querido amigo. Cantamos, saltamos y anduvimos por esos caminos del tiempo.
Entonces Montevideo quedaba tan cerca del corazón como Buenos Aires. Los sueños cruzaban de contrabando el rio de la plata entre Carmelo y el Tigre sin pasaporte.
Entonces el Uruguay era un mundo al oriente del mundo donde podía escaparme a vender el viento para gastarlo en amores que me duraran hasta el final del invierno, y me quedaba tiempo para enamorar a la “Luna” hasta el agotamiento en la playa de Salinas al final del verano.

¿Cuantas eternidades han pasado desde entonces hermano? Quien sabe, solo se que mi verbo te invoca en este minuto para la santificación del abrazo y la amistad profunda y eterna que tuvo el privilegio de caminar a tu lado un trayecto de esta peregrinación obstinada a la que fui condenado.

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