Hay días claros como tus ojos, hay
otros en cambio que son negros como la noche. Mi verso se vuelve un
puñal de hielo que busca inclemente la garganta de los malditos.
Naufraga en un mar de hiel en donde no
existen perdones ni olvidos, y me voy por ahí asesinando fantasmas
con nombres y apellidos profanos y hostiles.
Hay días blancos como tus manos, hay
otros en que la sombra toma cuenta de mis ojos y me escapo a
desenterrar el hacha, y me pierdo en una larga lista de cuentas
pendientes, abrazos apócrifos y besos perdidos.
Hay días terribles en que me devora el
mundo, y no regreso a tu cuerpo hasta haber convertido el cielo en
cenizas y haber desclavado y fundido hasta el último de los clavos
del martirio.
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