Andaba buscando una sopa para entibiar
una angustia de no se cuando ni donde, y al mirar al costado me
encontré con tu rostro y tus ojos cansados.
Salí presuroso a preguntar quien
vigilaba el parrón primigenio y quien custodiaba el patio del
principio del mundo en tanto volvías de aquella pausa, y cual era la
causa del cuento de no se que recuento de glóbulos rojos que andaban
cansando tus ojos.
Será que llevo una lágrima suelta
envuelta en estos últimos días, y que no se en donde ponerla antes
que se congele, y no se si esperar a que mi abrazo vuele por sobre
estas palabras que intentan en vano alcanzarte, o salir a buscarte en
alguna esquina del mundo.
Y ahora me toca volver al domingo de
andar contando las horas para estrecharte la voz a doce mil
kilómetros de distancia de dos a cuatro, para decirte lo mucho que
te quiero y te extraño aunque ya tu lo sabes. Así es que por
ahora saldré a buscar esa sopa que sea capaz de entibiarme la
angustia que se coló en mi domingo para mostrarme tus ojos cansados.
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