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viernes, 31 de julio de 2015

Insurrección



Entonces bajó septiembre por la avenida. Bajó gritando consignas en contra de los decretos para enterrar la memoria, las alamedas sin álamos y otras cuestiones pendientes de la economía contingente.
Te vi pasar entre la muchedumbre con la sonrisa pintada en la cara y la revolución a la altura de tus caderas. Me distraje un instante para buscar una bandera contingente, y me encontré con tus ojos que me arrastraron veloces a la revolución inmediata.
Saltabas entre la gente y tus esplendidos pechos saltaban agitándose como dos cócteles molotov amenazando con incendiar la calle.
Volamos por el espacio de la avenida entre las cargas policiales y los contenedores ardiendo, hasta que en un descuido solté tu mano para buscar mi bandera pertinente. Reaccione al tiempo de ver como te alejabas arrastrada por la marea.

Lloré por el humo de las bombas lacrimógenas que oscurecían el cielo y el futuro del mundo que huía por las calles laterales acribillando con mi desdicha las paredes, el mobiliario urbano y cosas por el estilo. Hasta que me encontró la noche entre las cenizas de una ciudad solitaria, buscando el advenimiento de la revolución de tus caderas.

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