Como olvidar aquella madrugada de
domingo en que celebramos el cumpleaños del flaco Jesús Ramos.
Aquel día le dimos una sorpresa junto
a otros dos amigos. Estaban; el gordo Candia (a ese le decíamos el
muerto porque era muy vago, se movía menos que la mandíbula de
arriba)
Estaba también el tuerto Zabaleta que
se llamaba Pociano. El tuerto había sido piloto de carreras y en un
accidente perdió un ojo, por eso en vez de “tuerto”, le decíamos
cariñosamente; “Poncio el piloto” Y yo, que aunque no me gusta
mucho la bebida, cuando se trata de festejar a un amigo, me tomo
hasta la molestia.
Sabiendo lo que le gusta el “frasco”
al flaco Jesús, nos propusimos llevarlo de gira por la ciudad a la
zona de bares a la que llaman “El vía crucis”, que es un
circuito obligado para los borrachines del fin de semana que gustan
de recorrerla yendo de bar en bar.
Una vez terminado el recorrido, nos
fuimos a la casa del muerto. Habíamos estado empinando el codo toda
la noche hasta agotar estock, de pronto El flaco Jesús le grita al
muerto (que no había movido un dedo en toda la noche)- ¡Ya Lazaro,
levántate y anda, anda a comprar otra litrona! Yo apoyé la moción,
el Gordo alegó que era el dueño de casa, le preguntamos al Poncio
el piloto que pensaba del asunto, este como siempre, se lavó las
manos. Ahí se armó una discusión y pusimos fin a la celebración.
Salimos de allí cargando con el flaco
Ramos, que para entonces estaba en “calidad de bulto”. Iba con
los brazos abiertos que parecía que arrastrábamos una cruz, y
gritaba que seguía con sed.
La resaca le duró una semana entera,
hasta el otro sábado , aunque el domingo siguiente estaba como
nuevo, por eso a ese domingo lo llamamos; “Domingo de resurrección”
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