Caí del cielo estrepitosamente después
de andar deambulando entre cúmulos y nubes de hidrógeno, entre los
rayos gamma y el tintinear luminoso de mil pulsares que apuntaban su
pulso cosmico en todas direcciones.
Viajé a bordo de naves
intergalácticas y en la cola de varios cometas que escapaban a toda
prisa con la brisa del viento solar.
Me sentí seguro por un momento entre
seres alienígenas que disparaban a diestra y siniestra sus armas
pulverizadoras. Anduve un rato entre monstruos de toda calaña que
intentaban sin éxito destruir la galaxia y sus alrededores.
Me perdí entre portales
interdimensionales buscando seres de luz y algo de humanidad entre
constelaciones lejanas, tratando de aprender el lenguaje universal de
todos los tiempos y el secreto de todos los silencios.
Volé por el cosmos gritando con todas
mis fuerzas- ¿hay alguien ahí?- pero tan solo los monstruos me
daban muestras de vida.
Finalmente caí del cielo entre los
restos agónicos del domingo que amenazaba convertirse en un lunes
mas en este aburrido rincón del universo, en donde los versos se
pierden con el ruido urgente de la gente que vive una vida sin sentido.
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