Sonríe Piotn de Bełchatów. Encierra el aire en su varita mágica y
lo lanza a bailar por el cielo que se deshace de luces.
Llegó a París cabalgando en una burbuja atizando efímeros
corceles, con una vara y una cuerda hace tintinear campanas de cobre y níquel
que caen como la llovizna en su caja de caudales.
Piotn se lía un “peta” y su risa se agranda rosada, sus ojos
azules brillan como sus pompas de jabón y desaparecen entre los adoquines de la
ciudad luz como la sorpresa de los turistas que luego apuntan sus lentes hacia
objetivos mundanos.
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