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lunes, 9 de febrero de 2015

El “Roto”



La primera vez que me llamaron “roto” fuera de Chile, fue hace muchos años en Bolivia en algún pueblo cerca de Pando. Estábamos en un guitarreo con algunos colegas, de pronto uno de ellos algo perjudicado por el alcohol me pregunta- ¿Si sos “camba” por que no sos ordinario? Le respondo- no soy camba, soy chileno.  El tipo exclama- ah, sos “roto” Algo desconcertado buceé en mi memoria tratando de colocar en algún sitio esa palabra tan conocida y tan manoseada en mi patria.
El roto en Chile solía ser el hombre del pueblo, el hombre humilde. El termino “roto” viene a cuento de su vestimenta rasgada, llena de parches y los señores bautizaron a este personaje al igual que al “Huaso” (del quechua- grosero) con nombres despectivos presuponiendo la inferioridad de los pobres como gente mal vestida y ordinaria.
Existe en Santiago un monumento al roto chileno que se ganó un nombre por su bravura, peleando en el desierto y regándolo con su sangre en una guerra económica cuyos beneficios jamás serían para el, sin embargo la historia omite episodios oscuros tales como el enrolamiento a traición de vagabundos, las comilonas que organizaban para invitar a los rotos, los que luego se despertaban de su borrachera a bordo de un barco y yendo a pelear al norte contra su voluntad.
Supe por boca de mi padre que un tío-abuelo suyo fue uno de esos rotos que fue y volvió, solo recordaba uno de los apellidos que incluí en un personaje de ficción de un relato que escribí.

Desde el momento que me dijeron “roto” supe que me quedaría con ese nombre grabado con un cuño de hierro en mi corazón, sin orgullo ni vergüenza, tan solo como un destino soberbio y fatalista que me liga a esa angosta y larga franja de tierra llamada Chile y a la historia de su gente humilde y valerosa.

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