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martes, 22 de diciembre de 2015

Doscientas lengüetas gastadas y un salmo desalmado


Sentados junto a los canales de Babilonia, los infelices llorábamos a mares recordando Jauja.
Pensé para mi: ¿Como echar mis versos al aire contaminado de un suelo extraño?
Pasé veloz entre los fantasmas de la ciudad. Ellos querían que los divirtiera con mi saxofón disfónico y mi tristeza entonada.
Si yo me olvidara que el mundo tiene otras tierras; ¡Que se me seque la mano izquierda!
Que se me pegue la lengua al paladar y que se resequen mis lengüetas gastadas si me olvidara que el sueño tiene mil rutas.
Antes de salir echando leches de allí, guardé para el regreso una cruz de cañas, una libreta en blanco y un bolígrafo en negro, un poco de paja para un pesebre, doscientas lengüetas gastadas y tres redonditos de ricota que me regaló el comandante.


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