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domingo, 20 de diciembre de 2015

Tic tac


La noche perdía su mayoría absoluta y su in-disoluta arrogancia mientras yo bebía a los sorbos un poco de prisa untada en mantequilla y domingo.
Pasó un desfile de barbas en remojo entre la boca de urna y la boca del metro, en tanto se persignaban las viejas glorias. Los curas se daban de hostias, los militares lustraban en el entrecejo y los viejos aullaban en lenguas vernáculas.
Me fui por las calles eternas buscando las señas que me dijeran por donde seguir dibujando el domingo y sus consecuencias, desde Finisterra hasta Irún, de Andalucía a Girona.

Pasé la vista por la ciudad silenciosa que sonreía ibérica asesinando un jamón cuchilla en mano. Hundí mi cara en la ribera del Duero para apagar la sed contenida en mil gargantas resecas y me dispuse a esperar la bendición de las horas malditas que daba un viejo y añejo reloj de pared, que sentenciaba insolente al pasado inclemente con un sonoro: ¡Tic.. tac, tic...tac, tic...tac!

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