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lunes, 22 de febrero de 2016

Bitácora



El niño pasó flotando sobre cien mil ciudades invisibles para llenarse los ojos y las manos de viento, de calles y de castillos, de días y noches entre el andén y la ruta.
Pasó ligero escribiendo latidos en su corazón como bitácora, devorando los mapas entre las nubes y anotando concienzudamente cada calle y cada suspiro.
El niño pasó veloz como el viento atrapando los nombres que dicta el camino.
Se fue anotando las prioridades del alma, pasando lista a sus sueños y masticando cien despedidas.

Dando sus tramites por cumplidos; sacó una lagrima blanca y la enjugó en el Mediterráneo antes de volver a extender sus alas y levantar el vuelo.

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