El último día del mundo soplaba un
viento de espera.
Desde la tierra del fuego hasta la
tundra boreal se hizo un silencio como el que nunca se oyera. Los
apus de las montañas, los dioses y los pillanes de “Manitú” a
“Ngeñechen”, aguzaron el oído esperando escuchar el canto del
viento, pero este tan solo exhalaba un aliento de muerte.
El cóndor volaba sobre las cumbres, la
nieve quebraba las copas de las araucarias, corría el bisonte sobre
las praderas, y un continente entero se preparaba para un nuevo día.
La gente nacía. la gente cantaba, la
gente lloraba y moría soñando, yendo y viniendo por una tierra
libre e inmensa. La pacha mama entregaba el maíz y la papa, la
lluvia ensanchaba los ríos y el sol calcinaba los desiertos de sal.
Luego de esto, el astro rey dio su
salto en el cielo antes de guardarse por el oeste, para dar paso a la
luna que asomaba su cara por el este para despedir el último día
del mundo antes de que llegara también por el este, la muerte
blanca...como la cara de la luna.
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