Entonces los trenes arrullaban el alma
con su vaivén y su “chacá chacá” . El mundo estaba allá
afuera al alcance de unas monedas y el tiempo no tenía importancia.
La vista solía devorar extensiones en
el horizonte de montañas y nubes, de bosques interminables y
desiertos sembrados de atardeceres naranja.
Entonces llegaron los señores de negro
para secuestrar los andenes. Llegaron arrancando sueños y rieles en
nombre del progreso y la prisa, vinieron con inauguraciones y
decretos en contra de los arrullos del alma, en contra del tiempo de
las contemplaciones y de los horizontes en movimiento y nos dejaron
en silencio.... de pie en el anden contando en la esfera de una
lágrima los días y las monedas para el regreso del arrullo de alma.
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