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martes, 8 de septiembre de 2015

El siniestro fotógrafo del barrio


Nadie sabía de donde había venido. Tan solo apareció un día por el barrio portando un equipo fotográfico con un extraño maletín de cuero negro y había llegado a nuestra escuela presentándose tan solo como: "Señor Macedo".
Vestía de negro a excepción de una camisa blanca que hacía de contraste con su corbata también negra, al igual que negras eran sus enormes gafas y negro era el bolígrafo que usaba para inscribir su lista negra de clientes que entre achaques prematuros iban comentando que el fotógrafo conservaba la juventud con el correr de los años.
Tardamos un tiempo en darnos cuenta de lo evidente, claro que para entonces ya era tarde, habían pasado 45 años.
A pesar de ello un día organizamos un grupo de asalto para irrumpir en la casa del señor Macedo.
Llegamos de madrugada provistos de guantes y pasamontañas. Observamos desde la reja una luz roja que salía de su laboratorio. El envejecido Guillermo fue el primero en saltar, seguido de las envejecidas Dorotéa, Edubiges y Cantalicia (cuyos nombres han sido cambiados para proteger a las inocentes abuelas)
 Yo fui el último, El envejecido Héctor, le alcancé las herramientas al líder del asalto y luego trepé por la reja negra, mas adelante nos arrastramos hasta el final de su patio desde donde salían aquellas luces rojas mortecinas.
Alguien se asomo por una ventanilla y comenzó a relatar lo que veía.
De los negativos de las fotografías salía una niebla roja que entraba directamente al cuerpo del fotógrafo, la que espiaba dio un grito de horror y se abrió de golpe la puerta, entramos en tropel al laboratorio y un destello tremendo de un flash fotográfico nos cegó por un momento. Cuando recuperamos la visión, el señor Macedo se había evaporado al igual que gran parte de la habitación.
Desde aquel día, nadie ha vuelto a ver al fotógrafo, y los que asaltamos su casa hemos guardado celosamente este secreto hasta este momento en que os cuento esta siniestra historia, tampoco pudimos recuperar los negativos. Por eso cada vez que alguno de nuestro grupo sufre nuevos achaques o suma una nueva arruga a su cara, tratamos de recordar a que fotografía podría deberse ese brote senil del maleficio.

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