
Yo desde mi puesto de vivir escuchaba
ese coro inmenso envuelto en hartazgo y esperanza: “No, no, no...no
son campanas, no son de muerte, que son de vida, son todo un pueblo
de compañeros, todos hermanos, cientos de miles por todo Chile”
Atento el corazón y el oído atravesé
el domingo con una pancarta por la ciudad del Cid campeador para
marchar junto a mi pueblo.
Después me encontró la noche sacando
filo a los verbos y mirando la luna solitaria que sonreía tarareando
un canto lejano que repetía: “No ha de bastarnos, queremos todo,
lo nunca nuestro, lo siempre ajeno, lo tomaremos..cientos de miles
por todo Chile”
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