La televisión tendía su manto de
silencio en tanto la calle explotaba en un grito, los indignos
sacaban sus perros de presa allá tan al sur de los sueños, mientras
la prensa hablaba de tonterías y de tragedias lejanas.
Yo desde mi puesto de vivir escuchaba
ese coro inmenso envuelto en hartazgo y esperanza: “No, no, no...no
son campanas, no son de muerte, que son de vida, son todo un pueblo
de compañeros, todos hermanos, cientos de miles por todo Chile”
Atento el corazón y el oído atravesé
el domingo con una pancarta por la ciudad del Cid campeador para
marchar junto a mi pueblo.
Después me encontró la noche sacando
filo a los verbos y mirando la luna solitaria que sonreía tarareando
un canto lejano que repetía: “No ha de bastarnos, queremos todo,
lo nunca nuestro, lo siempre ajeno, lo tomaremos..cientos de miles
por todo Chile”
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