Me encontré otra vez buscando mi
nombre desde una larga lista de posibilidades en un viejo libro. Un
libro de cuando el mundo era nuevo y no alcanzaban los verbos para
nombrar todas las maravillas y circunstancias que iban naciendo en
tanto la vida iba despertando.
Y me encontré otra vez buscando los
rostros de Ali Babá y los cuarenta bribones que florecían entre
los nombres. Busqué sensaciones y colores, aromas antiguos y otras
menudencias que entonces sonaban y sabían distintas.
Recorrí sus hojas amarillentas como si
hubiese pasado el otoño por aquellas páginas y por mis ojos
cansados que espiaban detrás de unas gafas graduadas desde un océano
de tiempo y de distancia. Y mientras que recorría las hojas de aquél
libro, me fui recorriendo los patios, los pasillos y los recovecos
del corazón, que se, continuará correteando por los recuerdos de la
vieja escuela, y que volverá cada septiembre como las flores de los
ciruelos en la primavera austral, cada vez que escuche el sonido de
aquella campana que jamás olvidaré
No hay comentarios:
Publicar un comentario