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miércoles, 27 de julio de 2016

Un viejo libro



Me encontré otra vez buscando mi nombre desde una larga lista de posibilidades en un viejo libro. Un libro de cuando el mundo era nuevo y no alcanzaban los verbos para nombrar todas las maravillas y circunstancias que iban naciendo en tanto la vida iba despertando.
Y me encontré otra vez buscando los rostros de Ali Babá y los cuarenta bribones que florecían entre los nombres. Busqué sensaciones y colores, aromas antiguos y otras menudencias que entonces sonaban y sabían distintas.
Recorrí sus hojas amarillentas como si hubiese pasado el otoño por aquellas páginas y por mis ojos cansados que espiaban detrás de unas gafas graduadas desde un océano de tiempo y de distancia. Y mientras que recorría las hojas de aquél libro, me fui recorriendo los patios, los pasillos y los recovecos del corazón, que se, continuará correteando por los recuerdos de la vieja escuela, y que volverá cada septiembre como las flores de los ciruelos en la primavera austral, cada vez que escuche el sonido de aquella campana que jamás olvidaré


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