A veces el Sahara cruza el
Mediterráneo. Volando en brazos del Siroco, las dunas se elevan por
el aire y descienden sobre las costas de la Europa peninsular desde
Gibraltar hasta Gerona.
Entonces si hay un resquicio de lluvia,
la calle, los coches y las veredas se teñirán del ocre nacido en
las dunas del inmenso desierto.
Yo he visto llover la arena de la madre
de todos los desiertos sobre Valencia, trayendo historias de
caravanas, de bereberes y de tuaregs curtidos a través de los siglos
desde Aníbal hasta el Al andaluz.
A veces el Sahara cruza el Mediterráneo
sin pasaporte, sin visa y sin permiso de residencia para enseñar a
los hombres que no somos mas que las criaturas de la madre tierra,
que no somos mas ni menos que el polvo de la Calima que va por donde
quiere, sin pretensiones y sin restricciones por este mundo redondo
en el que habitamos.
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