Ha vuelto el soplido del duende con su campana de llamar a recreo.
Me han dicho que lo han visto pasar con
un zurrón cargado de abrazos, despeinando recuerdos y alborotando a
los niños de ayer y de siempre.
Ayer no más se calzó sus botas de
siete leguas y se escapó hasta mis versos, me susurró al oído a la
hora de la siesta estival de este lado del mundo para conminar a mi
prosa a hacer de pregón por las cuatro esquinas del mundo, para
después perderse de vista por el Mediterráneo camino de casa a
bordo de una ilusión de tres mástiles.
Ha vuelto el soplido del duende cargado
de abrazos y recuerdos.
¡Promúlguese, comuníquese y
archívese en un bolsón de cuero marrón, antes de que las doce
campanadas conviertan mis sueños en calabazas!
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