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sábado, 20 de agosto de 2016

Canícula



Pasó el verano cargando a degüello por el Micalet. El sol cenital descargó una lluvia de rayos furiosos sobre las piedras, y todo ser que se mueve quedó irremediablemente condenado a esperar el otoño, aquejado de una locura parcial o total sobre la ciudad del Cid Campeador.
He visto a Marcel Marceau liándose un “peta”, y a Gardel cantando a los Beatles mientras se derretía debajo de su sombrero al lado de las estatuas que sudaban a mares.
Los turistas convertidos en camarones, caminaban penosamente usando sombrillas como bastones, intentando despegar sus chanclas del suelo ardiente, hasta que pasé yo mismo buscando mi sombra que huía cruzando el puente de Serranos buscando los árboles del Turia.
Pasó una gaviota perdida buscando el mar en dirección a la sierra, y pasó detrás de ella un borracho buscando la sed perdida en un vaso. Por último pasó un mensaje buscando una botella para arrojarla al mar de diciembre en donde la añoranza del verano no sabe o se olvida del fuego de agosto en Valencia.


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