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jueves, 25 de agosto de 2016

Mujer tocando el oboe



Ella tocaba el oboe por sobre sus largas piernas
Tenía la vida eterna debajo de su pollera
Cargaba entre sus caderas la muerte que da la vida
Y una virtud escondida en el canal de sus pechos

Jugó sus cartas marcadas con una tinta invisible
Haciendo que lo imposible se hiciera cosa sencilla
Bordando la maravilla con hilos de circunstancias
Me envolvió con la fragancia que manaba de su talle
Y después me echó a la calle como quien dice “hasta pronto”

Y yo mordí el crudo invierno castañeteando entre dientes
Contando con que al siguiente se acordara de mis besos
Cargando la piel y los huesos aquella noche funesta
Perdí la batuta, la orquesta y perdí hasta las partituras
Perdí el juicio y la cordura por un oboe y sus piernas.

Y si ella volviera a pasar cargando su blanca tez
Me arrojaría otra vez al precipicio que carga
Por ver esas piernas largas debajo de su vestido
Por escuchar el sonido de un oboe de madera
Y por apretar sus caderas que pasan por sobre el mundo.


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