Y aquí estoy otra vez bebiéndome las
palabras que debí haberte dicho hace veinte tangos, hace treinta
suspiros y quien sabe cuantos cigarrillos.
No supe saber si tu beso díscolo era
una invitación a un desencuentro frugal, o un bono a cuenta del
hambre que me dejaste para arrugar servilletas, antes de que el otoño
me arrugue finalmente los versos.
Pasaste por quinta vez delante del
apetito para escapar a mi olvido, dejaste tu aroma y te fuiste
huyendo, dejando un halo de misterio a flor de pellejo, para el
perdón de los pecados consumidos que en cambio merecen ser
consumados.
Y aquí estoy otra vez, midiendo el
latido del tiempo que las agujas marcan en dos por cuatro, para medir
la distancia tremenda entre tus caderas y el vaso de vino que me
esperó solitario, mientras esperaba mirar pasar la sombra de tus
pechos que me dejaron sabiendo lo que es esperar la medida de la sed
mas profunda.
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