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martes, 1 de noviembre de 2016

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El lunes se reunió el congreso para anunciar los progresos de las leyes coercitivas.
Habló la directiva de la cámara baja sobre la baja salarial aprobada en beneficio del crecimiento económico, y un pulpo decimonónico juró su cargo por explícito encargo de los representantes del pueblo.
El martes, el mandatario salía en todos los diarios pidiendo consenso para ajustar el salario neto que impide el crecimiento bruto y salvaje de los afortunados de siempre.
El miércoles se consumaba un acuerdo entre el partido constitucionalista y el falangista para evitar el derroche de optimismo de los progresistas. Se intercambiaban saludos y votos afines para diversos fines políticos y eventuales fracasos en caso de fracasar en su intento.
El jueves hubo hubo una tregua pactada en contra de la bancada morada, celeste y verde que siempre pierde la paciencia en sus locuciones.
El viernes hubo un descanso legislativo de acuerdo al año lectivo y al calendario gregoriano.
El sábado hubo sesión extraordinaria para tratar la crisis agropecuaria y el incremento de los precios marcados por los mercados que hacían agua en la bolsa.


Finalmente el domingo un profeta anunció el fin del mundo, y en un suspiro profundo dejé mis angustias mundanas y ciudadanas en manos del cruel y dulce destino.

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