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martes, 26 de agosto de 2014

Cuentos (El Mago)


El mago


Santiago de Chile amaneció congelado. Congelado el aire,los arboles, las calles,
congeladas las telarañas como collares de diamantes, amaneció congelada la luna
como una gema incrustada en el cielo que se reflejaba en la congelada acera del suburbio.
La noche corría su manto dando paso a un amanecer transparente y espolvoreado de blanco con el rocío de cristal. Nicanor silbaba y canturreaba saludando de vez en cuando a sus imaginarios vecinos, avanzaba y retrocedía como en el viejo juego de María la paz.
A cada silbido escapaba de su boca un chorro de vapor con los últimos efluvios alcohólicos.
Regresaba Nicanor a casa con un precioso encargo bajo el brazo, el violín de un conocido músico para reparar y poner a punto. Quizá una broma del destino o una travesura del duende del invierno, el caso es que el hombre perdió pié y resbaló, el violín salto por los aires, el hombre estiró la mano pero el crujir del estuche contra el suelo marcó el final de la noche.
El mundo volvió poco a poco a su sitio, al principio girando a toda prisa, luego cada cosa fue ocupando su lugar, la lampara, la mesa, la ventana que dejaba entrar unos tímidos rayos de sol. Crujió la vieja puerta por la que entro María, una mujer joven y rubia a la que el ceño fruncido hacía parecer algo mayor. Puso sobre la mesa una jarra de café y una hogaza de pan, la mujer no dejaba de refunfuñar, no hizo un solo comentario, aunque su actitud y su ser eran un solo reproche, en tanto ,Nicanor volvía poco a poco a la tierra recordando sus pasos desde la noche anterior. Cuando la habitación dejo de girar, vio sobre la mesa el estuche del violín y se apresuró a revisar el valioso contenido descubriendo los daños. Tras un breve sorbo de café, el hombre puso manos a la obra, se encamino a su taller con el destrozado instrumento seguido de la mirada atenta y divertida de dos niños, un niño y una niña de entre 8 y 10 años. la chica se llamaba Laura y sonreía con sus preciosos ojos, que a la luz del día bailaban entre el marrón y el verde. Sin perder un detalle grababan la escena en su memoria, y daban risadas a cada reproche de su madre al atribulado luthier.
Las manos de Nicanor (el mago), en un ir y venir de gestos como de un prestidigitador, cortaban , pulían, encolaban y volvían a repetir operaciones. Al final del día, resurgió del desastre un magnifico instrumento, como si nunca hubiese sufrido aquel accidente.
 Algún tiempo después ,Nicanor (el mago)realizó un acto final de desaparición, simplemente desapareció y nunca se supo mas de el, dejó sus herramientas y su taller, las que mas tarde fueron malvendidas por un familiar de maría sin dejar herederos para su precioso arte.
 Muchisimos años mas tarde mi padre recupero el oficio de luthier sin conexión alguna con el mago, el cual me fue entregado como la mas preciosa de las herencias, y esta historia y otras muchas de Nicanor que llegaron a mi, por boca de aquella niña sonriente de cabellos rizados, porque esa niña...era mi abuela.


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