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sábado, 30 de agosto de 2014

Poesía de la calle (hierbas amargas)

Hierbas amargas



Jack el destripador

Ya lo ves amigo. Jack Daniels se metió en la charla la otra noche, un poco después el jinete negro no tuvo mejor idea que subirnos a lomos de su guadaña para salir a cortar cabezas. Y yo que me estaba yendo, desenfundé mi lengua de serpiente para intentar ponerme a tu altura y celebrar un éxito por cada mil fracasos.
Ya lo ves, los alquimistas conocían la formula de destilar el desenfado y la desvergüenza.
Solo queda preguntarse; ¿Qué suma un pintor oscuro y un maldito poeta?
¿Un trago de hiel espirituosa?
¿Un instante de furiosas carcajadas?
¿Una porción de vida disfrazada de palabras?
No lo se, tal vez ninguna o todas las anteriores, lo cierto es que la calle no dejó de moverse durante todo el largo camino de regreso a casa.



La larga espera

Yo te esperaba diciembre, profunda y rotundamente de madrugada en la plaza nocturna mientras la boca del poeta escupía colgajos humanos a intervalos regulares.
Pasó la autoridad persiguiendo un desacato, paso el mercado laboral y detrás de el pasaron los últimos zombis del agonizante sábado. Después otra vez el silencio seguido de figuras fantasmales, mientras la sombra de Tirso de Molina seguía el “Rastro” que te dejé marcado para que llegaras a mi domingo.
Una paloma picoteaba un charco de agua cristalizada y el fantasma de la madrugada atrapaba el rocío de Madrid en el aire para convertirlo en polvo blanco y arrojarlo sobre las hojas secas y las aceras.
Volví la vista atento a la boca del dramaturgo, los segundos se hicieron horas, las horas semanas, meses y años mientras me vi a mi mismo pasar buscando tú sombra.
Entonces apareciste, llegaste arrastrando una cruz con ruedas, detrás de ti venía tu sonrisa y tu mirada azul celeste, al momento que se estiraba tu mano para enjuagar el delirio de mi impaciencia en la eternidad de aquellos Quince minutos de espera.





Hechizo

Entonces yo era un rey estúpido de un estúpido reino, jugabas a ser una reina tonta y yo celebraba banquetes en tu honor, recogías flores y hablabas de amor eterno mientras el tiempo corría placido y sin sentido. 
Entonces llegó el puñal en el pecho que me libró del Hechizo, me llegó por el costado, directo al corazón. No niego que me doliera, pero al final me hizo libre, me regaló de repente la impunidad de mi alma.
Viniste con tu disculpa en un ramillete de llanto y cosas por el estilo, me ofreciste un montón de cosas que yo nunca te pedí.
Yo nunca te agradecí que me libraras del infierno del cielo, tú deberías saberlo, seguirás siendo una reina tonta, pero desde aquel día yo soy un juglar.





El Bella”

Los vi bajar por Antonia Lope de bello. El vampiro prendido al cuello de una botella de pisco medio vacía, el zombi daba las últimas caladas a su angustia mientras el Hombre lobo aullaba pensando en la luna llena que se escapaba detrás del cerro.
Los tres rodaban dando tumbos mientras el mundo se pintaba de luces amenazando los últimos estertores de la noche pasada que uniera el sábado con el domingo.
Abrazados se tambaleaban en dirección al puente de Pío Nono para cruzarlo antes que el sol asome por el oriente.
Yo los seguí de cerca para que me guiaran rumbo al mercado central de Santiago que recibe los restos mortales de la noche y que nos permitiría resucitar una o dos neuronas, las que a su vez, permitirían a la corte maléfica llegar a sus respectivos sarcófagos.






8 de diciembre

Viernes a domingo rodando en el frío
Diciembre en mis huesos, la sombra en tu cara
Morir por dos pesos, la cruz a mi espalda
El viento del norte que enfría los besos
Cuchillo que corta la corta tregua en el tiempo
El viento y tu lengua que siempre apuñala mis tontas palabras
¿Morir en Madrid?, yo me largo de aquí
Mataron a Lennon, la calle está fría
Yo como un imbécil con flores a María.

Imagina que no hay que no hay espinas en tu alma
Imagina que no hay frío en tu mirada
Que nacimos de nuevo
Es fácil si lo intentas
Podrás decir que soy un soñador
Pero parece que soy el único.










Ceuta y Melilla

Apuré el paso la tarde en que la ciudad de la luz se volvió sombra a mi espalda, hablaban del pan y del vino haciendo oraciones mientras rogaban al cielo afilando sus cuchillas para sacrificar inocentes. Miré hacia arriba y no vi más que nubarrones negros.
Cien mil se preparaban para saltar la valla, cien mil lloraban a gritos, cien mil se callaban y otros cien mil preparaban las cruces mientras el “sumo sacerdote” bendecía los clavos del martirio desde una pantalla de plasma en directo y en diferido a toda la península.
Cien mil al estrecho con cien mil palanganas para recoger los negros jirones del hambre y la sangre roja derramada en Ceuta y Melilla.





Distraído

Cuando me diste tu amor, estuvo bien, muy bien, tan solo me lo diste, como un beso esplendido
Después, me sugeriste que lo arropara y lo sacara a pasear y también estuvo bien. Luego las sugerencias fueron aumentando, que lo abrigara en invierno, que le diera tres comidas diarias y que no le soltara la mano durante mis paseos, eso no estaba tan mal. Más adelante, las sugerencias se fueron haciendo exigencias, que no lo perdiera de vista, que no le quitara los ojos de encima y cosas por el estilo. Ya me conoces, ya sabes lo distraído que soy (aunque no demasiado), el caso es que me distraje por un segundo mirando a aquella pelirroja descalza que hacia equilibrio en los bancos de la plaza, Entonces, súbitamente, me pediste tu amor de vuelta.
Ahora lo se. Tu nunca me diste tu amor, tan solo hiciste un deposito a plazo fijo.








Tango en Blanco y negro

He visto al pintor oscuro y su claridad de poeta
Lo he visto con su paleta muy cerca del “Micalet”
Lo he visto en un dos por tres, cambiar 20 a 25
Lo he visto rumiar el circo que pasa delante de el

He visto al pintor oscuro dando un salto por el aire
Salir de los “Buenos Aires” a la puerta de Brandenburgo
Lo he visto por un segundo salir de algún cafetín
Y suspirar por Berlín dibujando furibundo

He visto su corazón hostil a las tonterías
Esquivo a la luz del día y sediento a su trago amargo
He visto volar su tango de tela en el negro y blanco
He visto flotar su barco de vela en el blanco y negro

He visto mi oscuridad salir en la madrugada
Del tango de una velada de cínica comprensión
Y el toque de un bandoneón de voz bidimensional
Que se digna a acompañar la voz de mi corazón.

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