¡Maldita sea!
Baltazar perdió el camello y con
escozor de nariz se fue arrastrando entre las dunas de cemento
buscando un poco de muerte blanca.
¡Maldita sean las calles!
Plenas de puertas cerradas y bocas
abiertas, plenas de bares abiertos y cabezas cerradas.
Trecientos sesenta grados para volver
al punto de partida, trecientos sesenta horas para volver a la vida.
Sube y baja, baja y sube para volver a
las nubes, para escapar de la muerte, para engañar a la suerte que
ríe socarrona en las esquinas mugrientas.
Te vi en la ciudad desierta buscando un
poco de furia, mascando la luna creciente que asesina al sol de tus
días.
¡Maldita sea la noche que esconde la
luz oscura!
¡Maldita sea la esquina por donde muerde la luna!
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