La mitad de un diluvio
Así fue que bajé al inframundo carente de toda ciber-luz y vacía
del brillo de los diodos luminosos. Me perdí en un laberinto de circuitos
impresos entre placas base y conectores, vagué solitario arrastrando una espada
analógica de grafito que me regaló el príncipe de la luz para luchar contra el
ciber-dragón.
Fui arrojado a las profundidades del olvido donde no hay
cobertura ni WI FI para llegar al fondo de mi alma y condenado a la mitad de un
diluvio de autoflagelación. 20 días y 20 noches para vagar solitario y oscuro
por las calles de la ciudad luz en un arca de cañas con mil agujeros de proa a popa para naufragar indefenso la
tempestad de mis palabras, de mis
recuerdos, de mis bendiciones y balsfemias, de mi obstinada humanidad que se
niega a perecer indefenso ante la cruel sentencia de una existencia virtual.
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