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martes, 5 de abril de 2016

Cosas que trae la lluvia


Alguien me dijo una vez que en París después de un día de mucho calor, la lluvia vespertina trae cosas y personajes extraños. Lo vieron a Miguel Ángel esculpiendo setos en los Campos elíseos y a la Gioconda bañarse desnuda en el Sena.
Yo sonreí solamente, como corresponde a un incrédulo bien educado y más al oírlo antes de tomar el te de las cinco de la tarde.
Sin embargo hoy ocurrió la maravilla delante de mis ojos, y fue tanto el asombro, que tuve que pedirle a un duende de orejas picudas que salió corriendo de la boca del metro que me pellizcara para saber si era cierto.
Bajó Leonardo Davinci pedaleando un estrambótico “tricicóptero” adornado con molinillos amarillos, las gotas de lluvia resbalaban por su enorme bigote transformándose en cristales de cuarzo y el viento soplaba en las cuatro direcciones por donde el iba pasando. Corrí para saludarlo, el me dio la mano junto con algunos consejos prácticos. Me dijo que la manera correcta apreciar una pintura es con los ojos entrecerrados y parado en un solo pie, también que para preparar un elixir se debe destilar el agua 1001 veces además de cómo escuchar el sonido de las estrellas los días nublados.

Dicho esto se despidió y se fue pedaleando por Sante Marie en dirección al Louvre en busca de la piedra filosofal.
Esto que os cuento es la pura verdad, ocurrió la tarde del 28 de junio del año del buzón de 2014, y si no me creéis podéis preguntar al Conde Salín que se encontraba a mi lado afilando sus colmillos con la mano diestra mientras sujetaba un sarcófago a modo de paraguas con la mano siniestra.

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