El capitán esperó mil eones a que
pasara un cometa.
La soledad del espacio y su exilio en
10.000 planetas, le habían conferido una dimensión abismal del
espacio-tiempo y habían templado su corazón y su alma como el duro
titanio de Citrón 5 en Orión.
Ahora mas cerca del regreso, el capitán
repasó sus notas y a cada aventura sobrevenía un espasmo entre las
montañas de aquel asteroide reseco que orbitaba un gigante gaseoso
cerca de las Pléyades.
Fue recordando los besos y abrazos de
incontables mutantes, hembras formidables de todo tipo, de cuatro
piernas, de seis ojos, de bocas suculentas y corazones tiernos.
Repasó los cielos multicolores, las
resonancias magnéticas que vibraban entre los pronunciados cañones
de Marte al son de su trompeta de uranio. Se estremeció de frío al evocar los glaciares de Europa y lloró de emoción al recordar los
grandes volcanes de Ío.
Habiendo avistado el cometa, el capitán
se agarró de su cola y emprendió el camino de regreso a casa.
Un universo infinito pasó a través de
sus ojos en un viaje que pareció durar una eternidad.
Una vez traspasada la órbita de la
luna, el capitán recordó que había dejado olvidado el cuaderno de
bitácora en un viejo asteroide.. entonces pegó la vuelta y se fue
en busca de sus recuerdos.
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