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miércoles, 1 de octubre de 2014

Paraísos




Paraísos

“Amarás al líder por sobre todas las cosas” rezaba el cartel a la entrada del paraíso en la que solo había puerta de entrada. La salida era todo el contorno de su geografía rodeada de alambradas electrificadas y aguas profundas.
Me pregunté: ¿Quien querría escapar del paraíso? Al igual que el edén bíblico, la entrada estaba flaqueada por enormes querubes armados con AK47 y mas allá se apreciaba un enorme huerto de manzanos cada uno provisto de su serpiente.
Un arco de cemento mostraba una leyenda escrita en un libro de bronce; “No se permite comer del fruto del árbol del conocimiento ni del árbol de la vida, disfrutad de la dulce inocencia bajo pena de muerte pues del paraíso nadie puede escapar”
La gente que pasaba a mi lado cantaba alabando a su líder, lucían en sus caras duras sonrisas fijadas con pequeñas cuerdas desde sus orejas, los veía pasar a mi lado la vista fija en mis ojos como preguntando; ¿como es vivir allá afuera? y luego se alejaban suspirando con el infierno.
No había dioses en el curioso edén aunque si una especie de reencarnación permanente de la figura del líder en una eterna sucesión dinástica a los que las eternas canciones enumeraban en maratónicas sesiones de culto a la ceguera y a la “libertad”



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