El
viejo me mira en tanto mi madre mira hacia adentro.
La
puerta que da a la calle está abierta , y yo quisiera salir a dar
una vuelta del brazo de cada uno para sentirme seguro y cercano, a
ese tiempo lejano en que caminaba confiado al lado de los guardianes
del mundo, que entonces y a pesar de parecerme inmenso, tan solo
llegaba a unas cuantas cuadras hacia cada uno de los puntos
cardinales.
Los
viejos se abrazan como queriendo sujetar la existencia, y han dejado
la puerta abierta, y yo no se si es para dejarme entrar o salir, o si
fueron los duendes los que abrieron la puerta y entraron a desordenar
el mundo. Subieron una mesa sobre otra mesa a la que le agregaron
sillas, arrojaron manchones de sombra bajo el viejo parrón y sacaron
el sillón al patio para sentarse a observar ese abrazo que me sacó
una lagrima dulce, y que me dejó la incertidumbre de por que dejaron
abierta la puerta que da a la calle.
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