Dedicado a Juan Antonio Garcia “Toñiti”
que a casi 16 lustros de estar en el mundo, me enseño alguna
que otra bendición y maldición en “Siriga” ( dialecto llanisco
del bable, antigua lengua asturiana)
Habiendo llegado desde las alturas
hasta las Asturias, me fui siguiendo la ria de Llanes en donde el
cantábrico se besa y se junta al Carrocedo en un abrazo mortal y
obsceno, siguiendo los dictámenes caprichoso de los designios
lunares.
Ahí conocí a Toñiti, un gigante
llanisco como la piedra arenisca y celta que se deshace a los embates
furiosos del mar.
Juan Antonio suspira y sus ojos azules
se van hacia adentro buscando el recuerdo fresco de tiempos lejanos.
De poco después de la guerra, del hambre del hombre de siempre. De
cuando los barcos varaban a la entrada del puerto y redoblaban las
campanas para recibir a los balleneros.
Desde donde zarparon vecinos y hermanos
con rumbo al olvido.
Toñiti Hace una pausa y menea su abano
antes de llevarme otra vez al recuerdo que huele a lagares y a sidra,
a manzanas verdes y a la hierba de los “praus” por donde pasaron
los llantos de los niños “teyerus” que se fueron para siempre
dejando en silencio la voz de cinco mil gaitas o mas, al partir en
brazos de la madre de todos los exilios.
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