Y así fue que me enteré que un día
la Marité salió con rumbo distante. Se decidió en un instante a
montar su nave espacial y se echó el cielo en una caja, se fue
dejando migajas para marcar el camino por donde fuera pasando. Se fue
llevando un cuaderno de bitácora en su mano, y desde el oriente
cercano saltó al que está mas lejano buscando la maravilla.
Me dicen que se prendió de un cometa
que pasó, montada en su larga estela, que se hizo una carabela con
un pañuelo de seda en que guardaba una tristeza.
No se bien donde está ahora, quien
sabe está viendo la aurora boreal en algún planeta. Estará en una
meseta de marte contando estrellas, quien sabe andará saltando por
una muralla china o tal vez en alguna esquina de la tundra siberiana.
Quien sabe parta mañana a alguna otra
tierra lejana, o regrese de improviso a contar lo que por ahí o se
cuenta.
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