El día ducentésimo sexagésimo tercer
día del calendario, me senté al filo del martes a gastarme los
últimos céntimos de un largo verano.
Mientras miraba pasar fantasmas, me
acometió la sed mas profunda que hubiera (o hubiese) acometido jamás
a un habitante del mundo.
Miré hacia un lado y al otro, y no
encontré quien me sujetara el mundo en tanto iba por un trago vital
que me rebalsara el cuerpo y el alma, y que me diera la calma en un
beso o en una bebida espirituosa para embotar mis sentidos sedientos
de ese algo que tal vez no existe.
Pasaron dos asaltantes y un miserables
de turno
Pasaron los guardias nocturnos haciendo
control de la noche
Pasó una sonrisa en un coche sin
matricula visible
Pasó la mujer invisible huyendo del
hombre lobo
Pasó un listo buscando un bobo para
venderle un buzón
Un hombre de paja y un león buscando a
un hombre de lata
Pasaron dos ratas pidiendo para
comprarse cerveza
Pasó un camello vendiendo “algo para
la cabeza”
Pasó el recuerdo de un beso que tu me
diste una vez
Para apagar esa sed que me dejaron tus
pechos.
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