Ciudades
Las ciudades al igual que la gente, se parecen y deferencian en las mismas cosas, todas tienen su personalidad y todas aparentan.
De vez
en cuando se maquillan seductoras, otras, como una alcohólica
solitaria muestran su cara más triste. Tanto más duro será si
llegas por tu cuenta y sin presentarse, a las ciudades les gustan
ciertos formalismos por lo que si alguien te lleva y te las presenta
seran amables y hospitalarias.
Procura llegar siempre de mañana, jamás te atrevas a llegar de madrugada, esa hora funesta en que las ciudades cruzan el umbral entre los mundos, la hora que los seres del purgatorio eligen para salir a tomar relevo, la hora en que los zombies deambulan buscando incautos para arrastrarlos al delirio.
Las ciudades son semejantes a las mujeres, cuando comienzas a conocerlas es cuando ya te estas yendo.
Procura llegar siempre de mañana, jamás te atrevas a llegar de madrugada, esa hora funesta en que las ciudades cruzan el umbral entre los mundos, la hora que los seres del purgatorio eligen para salir a tomar relevo, la hora en que los zombies deambulan buscando incautos para arrastrarlos al delirio.
Las ciudades son semejantes a las mujeres, cuando comienzas a conocerlas es cuando ya te estas yendo.
Valparaiso
Valparaiso lloraba y su llanto rodaba escaleras abajo
Valparaiso lloraba y su llanto rodaba escaleras abajo
Me volví para mirarla
por última vez, su vestido blanco ondeaba al viento como un velero
escondiendo su puerto moreno y ahondaba la herida en mi pecho
Busqué un “no me olvides” mojado que me entregó su silencio
Con una
triste sonrisa besé su caricia y partí lloviendo mientras
Valparaiso lloraba detrás de mí.
Gora
Regresaré a Pamplona en algún julio, para recorrer otra vez, sus calles surcadas por ríos de vino tinto, para burlar otra vez a la muerte en la curva de la calle “estafeta” con mi pañuelo rojo al cuello. Volveré a llorar una pena de amor abrazado a un irlandés borracho y veré a los guiris volar desde los monumentos.
Regresaré a Pamplona en algún julio, para recorrer otra vez, sus calles surcadas por ríos de vino tinto, para burlar otra vez a la muerte en la curva de la calle “estafeta” con mi pañuelo rojo al cuello. Volveré a llorar una pena de amor abrazado a un irlandés borracho y veré a los guiris volar desde los monumentos.
Regresaré a Pamplona otra
vez, para brindar junto a Hemingway en un tugurio, justo antes de que
se pegue un tiro.
Para ver a las muchachas que protestan con el torso
desnudo, apuntando al cielo con sus esplendidos pechos, mas
peligrosos que las astas de los “morlacos”.
Regresare para reír
y llorar en “euskera”, desde el chupinazo hasta el pobre de mí y
despedirme nostálgico”,gora... gora san Fermín.
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