Nadando en un océano hirviente las
blancas legumbres como huevos alienigenas entregaban sustancias.
Después vino el llanto al tiempo que
la cebolla herida a cuchillo era despedazada junto con el zapallo y
arrojada al abismo de una sarten.
En un universo paralelo, el maíz
triturado y convertido en pulpa, bullía en pequeños géiseres como
lava ardiente que eran barridos por una cuchara semejante a un remo, en donde las hojas de albahaca daban el último suspiro para
entregar su perfume, en tanto chicharrones ofrecidos en holocausto, chirriaban antes de hundirse en el caldo primigenio guiados por las
manos alquimistas de mi madre.
Finalmente regaba sobre el plato una
crema “Color” de pimentón molido parecido a la sangre para
acabar el ritual torturante del perfume de los; “Porotos con
mazamorra”que salía de su cocina estimulando una legión de
glándulas salivales furiosas y ansiosas.
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