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lunes, 1 de septiembre de 2014

Madrid y sus rincones






Lavapies 

Ciertamente hay lugares curiosos en el mundo, rincones misteriosos, calles que parecen plazas y plazas que parecen estacionamientos, estacionamientos que parecen burdeles y burdeles que parecen ayuntamientos.
Desde la calle “Atocha” bajando hacia “Lavapies” dependiendo la hora del día, puedes encontrar todo tipo de fauna “humanimal”, haz de mirar dos veces antes de cruzar una calle o doblar una esquina, a veces las calles desaparecen y aparecen en otro lugar, allí el descontento cobra vida propia y debes tener cuidado en tener la opinión correcta en el momento preciso pues una corte de jueces revolucionarios podría sentenciarte a vagar errante por toda la eternidad entre contenedores calcinados e indocumentados delirios. Allí juegan al tenis Blades y Rodriguez usando guitarras como raquetas, y como pelota, un pote de apestosa pomada milagrosa. A cada golpe los zombies aplauden furiosamente lanzando entreveradas consignas mientras se laceran unos a otros. Allí la revolución da vueltas alrededor de una plaza inexistente mientras los especímenes celebran su inminente llegada con oscuras misas regadas de cerveza y speed. El truco para escapar al delirio casi siempre consiste en excusarse para ir al baño, siempre que no te escuche un anarquista borracho y te increpe por no orinar en la vereda.










Extinciones más- ivas

Me dispuse a esperar mi transporte sentado en la saliente de la ventana del banco (dominicalmente cerrado). El grandullón se sentó a mi lado, tenía un papel en la diminuta mano que terminaba en su diminuto brazo, se giró hacia mi sonriendo o intentando sonreír con sus enormes dientes. Por fin se decidió a preguntarme si le podría leer la dirección escrita que sujetaba en su mano, ya que; el absurdo diseño de su naturaleza le impedía describir el arco que le permitiría llevar la misiva delante de sus ojos. Cogí el papel y dirigiéndome a el leí en voz alta; - “Parque jurásico º 55 sección carnívoros”-
Cuando quise devolverle el papel declinó diciendo que ya lo había memorizado y que de nada le servía siendo incapaz de llevarlo delante de sus ojos, después continuó enumerando una larga lista de actividades que la naturaleza le había negado a causa de su absurdo diseño.
Al terminar traté de consolarlo diciéndole que a mi me habría gustado ser jugador de baloncesto, casarme con la hija de un rey y amasar una fortuna estafando entidades benéficas, además el aun tenía la posibilidad de ser futbolista, no le hacen falta brazos largos (a no ser que quisiera ser portero) y con el cerebro del tamaño de una nuez le basta y le sobra para patear un balón y filmar spot publicitarios de yogurt o marcas deportivas.
Por fin llegó mi transporte y me despedí de el diciéndole;- “parece que nadie está conforme con su suerte, unos pecan de mucho y otros de poco”
Le di la mano pensando que a ambos solo nos quedaba extinguirnos, ¿que otra cosa le queda a un T-rex y a un artesano?






Vía crucis

Llegué al callejón oscuro arrastrando dos pesadas cruces, la tuya y la mía. 
Te acercaste con una corona de espinas mientras Pilatos por un altavoz gritaba; ¡78 latigazos, uno por cada cruz!
Bebí el vinagre y la hiel mientras buscaba tus ojos que se escapaban entre la multitud.
Una platea repleta gritaba cada vez que un fiscal ad hoc preguntaba insolente; ¿Culpable o inocente?, ¿amigo o enemigo?
Me declaré solo humano, ¡no tengo defensa! le dije, no quiero el cielo ni el infierno, tan solo quiero un descanso que me devuelva un poco de llanto y un poco de risa.
Tomó posición el jurado mientras Narciso se masturbaba frenéticamente frente a un espejo.
Entonces llegó la carta de indulto escrita con letras invisibles que nadie podía leer ni entender, pedí permiso a la delirante corte para salir de ahí y me fui con mis cruces buscando tus ojos y tu sensatez que para ese momento galopaban a lomos de una locura parcial y una ceguera permanente.









Saltando la luna

Anoche te vi saltando sobre la luna
Guardabas el lado oscuro de la esperanza
Doble tu traje de noche sobre el asfalto
A falta de muebles de utilidad mundana.
Para ti esa hora era el ocaso, para mí, la madrugada
Para ti, la hora del descanso, para mí larga jornada
Una noche te vi vaciando el cielo de estrellas
Pasaste junto al que enciende la madrugada
Le diste los buenos días al barrendero

Y te fuiste fumando el borde la calzada
Un día en aquella plaza encontré a la lluvia
Buscando hombre del saco entre la maleza
Dijeron que fue el tabaco, que fue el invierno
Pero todo el mundo sabe, que fue tristeza.

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