
Aquella tarde cruce un 15 de enero temblando y cantando
entre la multitud a la orilla del río, entre guitarras y voces que en la estación
repletaban el anden que conduce a la inmortalidad donde Violetas y Pablos
resuenan infinitos.
Todos juntos cantamos, todos juntos lloramos y todos juntos dijimos;
¡hasta siempre Gato!
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