Eché mis huesos cansados como quien arroja un costal.
Allá afuera hablaban de cosas y casos, de vida y de muerte. Hablaban de tiempos pasados y futuros inciertos, como si creyeran en ello mientras navegaban entre ruidos de bocinas y voces.
No pude encontrar una puerta que me llevara al silencio y por mas que tape mis oídos seguí oyendo el estruendo de la bulliciosa insensatez de la calle.
¡Si tuviera una servilleta! pensé. Escribiría una nota de auxilio entre cuatro paredes, escribiría un poema o una carta al olvido. Quien sabe doblando sus puntas haría un pájaro blanco para salir volando de esta locura. Pero mis ojos se fueron entre las sombras intentando atrapar mis manos que tanteaban el aire en busca de mi guitarra al otro lado de los pirineos.
Si tuviera una servilleta dibujaría una puerta, dibujaría un auxilio y un silencio, dibujaría un poema y una carta al olvido.
Si tuviera una servilleta dibujaría mis manos para seguir dibujando el mundo a mi antojo lejos de mis huesos cansados.
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