Cada nota me tocaba el alma derritiendo mis armaduras, mis
cotas de malla mi, charango de roble y mis frases de acero.
Me vi en su camiseta a rayas como un pentagrama entonando
sus ojos y no volví a tener un instante de sosiego hasta que subió a san pedro
con su corazón descorchado.
Entonces me dijo- “desde aquí arriba solo queda bajar” y se
fue saltando entre las piedras con mis manos presas en su cabello revuelto.
Estábamos en Hamelin cuando perdí mi flauta mágica y mi
sosiego que se marchó junto con mis pensamientos en una furgoneta marrón.
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