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sábado, 10 de enero de 2015

Vía crucis


Llegué al callejón oscuro arrastrando dos pesadas cruces, la tuya y la mía.
Te acercaste con una corona de espinas mientras Pilatos por un altavoz gritaba; ¡78 latigazos, uno por cada cruz!
Bebí el vinagre y la hiel mientras buscaba tus ojos que se escapaban entre la multitud.
Una platea repleta gritaba cada vez que un fiscal ad hoc preguntaba insolente; ¿Culpable o inocente?, ¿amigo o enemigo?
Me declaré solo humano, ¡no tengo defensa! le dije, no quiero el cielo ni el infierno, tan solo quiero un descanso que me devuelva un poco de llanto y un poco de risa.
Tomó posición el jurado mientras Narciso dirigiendo la acusación, se masturbaba frenéticamente en el ciber-espacio que le hacía de espejo.
Entonces llegó la carta de indulto escrita con letras invisibles que nadie podía leer ni entender, pedí permiso a la delirante corte para salir de ahí y me fui con mis cruces buscando tus ojos y tu sensatez que para ese momento galopaban a lomos de una locura parcial y una ceguera permanente.

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